Tras pasar por muchos siglos y haber sobrevivido a prohibiciones o incluso a la Inquisición, el tarot llega al siglo XXI en su papel de negocio al máximo exponente. Y es que en esta etapa, que vivimos nosotros, de los teléfonos 806, las cartas por Internet o de los programas de televisión, tanta difusión de esto puede debilitar al juego de baraja.
Y es que en el mundo puede haber ya millones de barajas de tarot, y seguramente mientras lea esto, haya en alguna parte del mundo alguien echando las cartas, algo impredecible hace cientos de años.
Ahora se sacan miles de libros referentes al tarot, muchos sueñen repetir y repetir lo mismo, lo que también hace que se pierda valor, y se prefiera a recurrir a los libros clásicos o históricos. Por otro lado, la cantidad de tarots diferentes que se hacen, imitando también barajas históricas, una vez más, parece que en estos días interesa más el negocio que el verdadero arte del tarot. Y es que ya parece que cualquier persona con un poco de conocimiento puede echar unas tiradas al tarot, con saber un poco los significados. Estamos en una etapa en la que el tarot y se credibilidad se puede ver dañada por esto, por eso hay que tratar este juego por lo que ha sido, representado, y lo que encierra en su interior.