El ágata se encuentra en el interior de las rocas volcánicas de yacimientos de distintos países, tales como Brasil, India o Uruguay. Su diseño presenta bandas concéntricas de diversos colores opacos y translúcidos, que simulan el corte del tronco de un árbol.
El nombre «ágata» proviene del antiguo río Achates, que actualmente se le denomina río Dirillo, situado al sur de Sicilia, en Italia donde, según la leyenda, se encontró la primera de estas piedras.
Se creía que el ágata de la India era el mejor remedio para combatir las enfermedades de la vista, y que el ágata egipcia era muy efectiva contra las mordeduras y picaduras de animales o insectos. Por ello, el ágata fue una piedra preciosa muy venerada por los antiguos, que la consideraban como la piedra de la ciencia.
Las ágatas de Arabia, recibieron el nombre de “ágatas de ojo”, debido a que parecían pupilas rodeadas del iris y se usaban como ojos en las imágenes de los dioses.
En el Islam las ágatas también son piedras muy preciadas. Según la tradición, un anillo de ágata protege a su portador de problemas y percances. Entre sus efectos esotéricos podemos encontrar estabilidad y longevidad. También ayuda a fomentar el razonamiento.