Se conoce que el tarot tuvo como primera misión averiguar las riquezas de Bolonia en el siglo XVIII, por eso tomó la fama de tener un poder adivinatorio. La persona que le dio ese poder fue Jean-Baptiste Alliette, alias “Etteilla”, ya que revertió su nombre para dedicarse a la adivinación, antes de la Revolución Francesa.
Etteilla diseñó una baraja de cartas diferente a la de Marsella, la cuál fue la que tomó él como referencia. A esta baraja le añadió detalles astronómicos y significados egipcios en algunas cartas, al igual que añadirle textos adivinatorios.
Al paso del tiempo, el tarot como poder adivinatorio volvió a estar presente durante el reinado de Napoleón I, por lo que se cuenta, su primera esposa pedía la actividad de usar estas cartas para saber el futuro.
Más tarde volvería a coger importancia durante la década de 1840, en la que se denomina como el auge de los Herméticos, y que llegó a entrar en el mundo inglés debido a su poder místico.
Levi, y no Etteilla, está considerado el verdadero creador de la escuela del tarot, ya que en 1854 se introdujo una interpretación de las cartas que lo involucraban con las cábalas, lo que hizo que se rechazaran las innovaciones de Etteilla, y se volviera a la utilización de la baraja de Marsella.